La búsqueda, una novela corta donde las respuestas están en el lugar que menos pensamos.
La puerta está entreabierta. Empujo despacio. Observo con cautela el interior. Mis ojos reparan en un hombre de traje que está tendido bocabajo, como muerto, detrás de un escritorio de madera. Corro hacia él y con muchos esfuerzos lo coloco bocarriba. Miro su rostro y quedo estupefacto.
Su rostro me parece familiar; yo conozco ese rostro, lo he visto
antes. Sí, ese rostro lo veo seguido, a diario, es muy similar a... me tapo la
boca para sostener mi asombro sin hacer ningún ruido. Aquel rostro lo he visto en
el espejo de mi cuarto muchas veces antes.
La forma de su cara es semejante a
la mía; es mi rostro en otro cuerpo. Así luzco cuando me afeito. Mi barba y su
inconciencia le impiden darse cuenta de que somos idénticos. Además, mi cabello
está completamente desordenado y el suyo tiene fijador. Mi descubrimiento lo
dejo de lado y trato de calmarlo ya que sigue jadeando, pero ahora con los
estertores de la muerte.
Comienza a retorcerse dando convulsiones violentas. Su
mano sostiene mi camisa firmemente y la jala tan fuerte que siento como se le
desprende un botón; entre aterrado y desesperado, con su voz débil, me pide que
lo ayude. Debo hacerlo; quiero hacerlo.
Comentarios
Publicar un comentario